Nuestro boletín
Ex-Penitenciaria Puebla, Mexico
Saludos
A través de los años hemos visto demasiadas veces una bicicleta torcida tendida en el suelo, y una sábana cubriendo la víctima. Hemos visto cómo un gentío se agrupa alrededor de una carreta derribada, con algún niño o un ancianito tirado al lado después de ser arrollado por un vehículo. Pero nunca hubiéramos concebido que nuestro propio hijo se encontrara tendido en un carril en dirección contraria después de ser atropellado por un coche que venía a toda velocidad. No había ninguna sábana blanca.
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En México, existe un requisito legal excepcional que se llama “El Perdón”.
Cuando ha habido un accidente en el que quedó herida una persona, la parte designada como culpable es llevada a la cárcel y se mantiene allí hasta que sea absuelta de su delito. Esta ley, en efecto, condena a uno como culpable hasta que se pruebe su inocencia. La única manera en que puede liberarse el culpable es si la parte ofendida autoriza un perdón oficial.
Para este momento habían pasado tres horas desde el accidente. El rostro demacrado de Ricardo* reflejaba ansiedad y temor cuando yo llegué a la estación de policía. Le extendí la mano y le dije: “Gracias por no huir de la escena del accidente”.
“Nunca haría eso”, respondió.
“No”, contesté, “pero muchos lo hacen”.
Rápidamente me afirmó que su seguro cubriría todo, lo cual me tranquilizó bastante.
Durante varias horas, Ricardo* se había sentido entre la espada y la pared. Le había estado carcomiendo el presentimiento de la “sentencia” de la ley. El jefe de policía y otros oficiales me llevaron a un cuarto pequeño donde me presentaron el documento del perdón. Sin vacilar, firmé la liberación. Miré hacia Ricardo y sonreí. Vi cómo se relajaron sus hombros tensos; dio un suspiro de alivio. Su temor y el tremendo sentimiento de culpa se habían desvanecido. Abrumado por la emoción, repitió “¡Gracias, gracias!”
“Señor Ricardo,” le dije, parándome frente a él, “Lo que he hecho por usted esta noche es muy poco comparado con la necesidad que tenemos todos al presentarnos ante Dios, el juez justo. No habrá manera de liberarnos, ni dando fianza ni por medio de amigos con influencia. Nuestra deuda para con Dios es enorme”. Brotaron lágrimas en sus ojos.
“¿Sabe usted adónde irá si se muere esta noche?” Ricardo quedó desconcertado con sorpresa y temor: “No sé. ¡En verdad no sé!” Le dije que sólo había Uno que podía librarlo de su deuda, sólo Uno que podía poner su firma en ese documento de perdón.
“Es así de sencillo. Así como yo firmé para ponerte en libertad, de la misma manera Dios envió a su único Hijo para ofrecerte libertad. Jesús firmó ‘El Perdón’ por un gran precio, no con dinero sino con su propia sangre. Cuando murió en nuestro lugar, llevó el castigo que nosotros merecemos. Si confiará usted en él, Ricardo– si confiará en Jesús como su Redentor, Salvador y Señor-no sólo la libertad sino también la vida eterna serán suyas”.
Ricardo era libre para irse. Ya no había cargos en su contra. Aun así, no se alejó. Me siguió hasta afuera para ver mi moto destrozada, y me indicó que tenía que decirme algo. “Dios sí me está hablando”, me reveló. “Así como usted ha sido tan noble y tan bondadoso al perdonarme, yo tengo que perdonar. Necesito perdonar a algunos familiares que me han lastimado”.
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Fue desgarrador ver un diagrama del accidente y saber que la pequeña figura dibujada con palitos en el carril que venía en dirección contraria, representaba a mi hijo. Al ver el casco destruido y la robusta alforja metálica aplastada, me maravillé de cómo se protegió la pierna de Marcos de ser amputada y cómo se salvó la vida. Vi la chamarra para moto destrozada con su armadura protectora y pensé en la “armadura completa” de Dios que nos protege espiritual y físicamente. ¡Marcos no tuvo ninguna fractura de huesos a pesar de que le había atropellado un coche que iba a toda velocidad, que nunca lo vio y nunca frenó! El impacto lo hizo pasar volando y chocar contra el parabrisas antes de rebotar unos siete metros hacia el pavimento. El neurocirujano, después de ver las imágenes de resonancia magnética, se maravilló y le dijo a Marcos: “Estos resultados muestran que estás en el lado opuesto del espectro de casi todos lo que entran a mi consultorio”. Fijó los ojos en nuestro hijo y declaró: “Marcos, estás vivo porque tienes un propósito y una misión. ¡Cumplelo!”
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Dios es misericordioso y bondadoso. La recuperación de Marcos será lenta pero segura. Les rogamos que oren por él y su futuro, y por Ricardo. Dios no ha terminado con su historia tampoco.
Finalmente, ¿puedes pedirle a Dios que te dé la gracia necesaria para dar “el perdón” a cualquier persona en tu vida, sea que lo esperen o no? No dejes que sientan esa espada colgando sobre ellos, ni un minuto más.
“Sean compasivos, así como su Padre es compasivo.” Lucas 6:36
Los amamos a todos,
Ed, Denise y familia
*nombre cambiado